Caso Bernal: un feminismo esencial
Es francamente perturbador lo que se conoce de María Belén Bernal. Según los últimos testimonios, docenas de personas escucharon gritos, golpes y pedidos de auxilio provenientes del dormitorio de su esposo después de que ella ingresara a confrontarlo por una infidelidad.
El hecho de que hayan pasado horas hasta que se emitió una orden de captura, cuando debió detenerse al sospechoso in fraganti, es impensable. Lo mismo que considerar que el implicado pudo recibir ayuda de sus compañeros y superiores para desaparecer a su esposa y finalmente darse a la fuga, y peor aún, aparentemente habiendo abandonado el país.
El caso Bernal es diferente a otros lamentables hechos de femicidios ocurridos en los últimos meses, precisamente porque el presunto autor del delito es también un miembro de la Policía Nacional, al igual que los presuntos cómplices y encubridores. Sin embargo, es similar a otros en cuanto contiene la misma dosis de machismo que le hace creer a un hombre que es dueño de las acciones, los sentimientos, el cuerpo e incluso la vida de una mujer, especialmente cuando se trata de su pareja sentimental.
La lamentable historia de María Belén nos demuestra que ni siquiera los integrantes de la Policía Nacional tienen totalmente claro su deber de precautelar de manera efectiva los derechos humanos de todos los ecuatorianos, la igualdad entre hombres y mujeres, y el respeto por la vida humana. Es verdad que culpar a toda una institución por lo que realizan un puñado de miembros es a todas luces injusto, porque día a día hombres y mujeres policías exponen su vida en el ejercicio de sus funciones, pero este caso llama a una reforma integral institucional que no puede tardar.
Por otro lado, es necesario que la sociedad defienda un feminismo esencial que busque alcanzar iguales derechos y oportunidades de la mujer y del hombre y erradicar toda forma de violencia; pero no permitir que bajo la bandera del feminismo se politice la muerte o la violencia de cualquier ser humano y se genere más violencia.
¿Por qué resulta tan difícil instaurar una cultura de respeto, de igualdad de trato, oportunidades y reconocimiento entre hombres y mujeres? Porque el cambio debe venir desde el cumplimiento efectivo de las funciones conferidas a la autoridad pública -de manera especial, quienes está a cargo de la seguridad y la administración de justicia-, pasando por el fortalecimiento de la familia, la inversión en la educación y superar ciertos patrones culturales como aquellos que reconocen un machismo silencioso que le confiere autoridad al hombre por sobre la mujer.
Cuando las autoridades culpan a María Belén de su propia desaparición, cuando seguimos abogando por que las mujeres “se cuiden” como si la vulnerabilidad que sufren fuera su culpa, cuando seguimos normalizando comportamientos y comentarios que denigran a las mujeres por ser mujeres, simplemente perpetuamos el ciclo.
Sin embargo, la violencia sólo reclama violencia y los cambios drásticos y forzados seguirán acentuando una brecha social y generacional de indignación y caos donde ni hombres ni mujeres podremos vivir en paz. En medio de la ira y la impotencia, busquemos enfocar lo que sentimos en casos como el de María Belén, de Dayana Ortega o de los cientos de casos de femicidios registrados durante este año. Encauzar estos poderosos sentimientos nos ayudará a crear cambios reales en la mentalidad del país y en las estructuras sociales.
También nos debe ayudar a que los hombres, desde lo social y profesional, reconozcamos, alentemos e impulsemos la determinación y constancia con la que muchas mujeres desde su profesión u ocupación generan un altísimo valor humano a la sociedad. Debemos aprender, por ejemplo, que la paridad de género no debe cumplirse para evitar la presión mediática, como pretende el ministro Carrillo, si no por la necesidad que tenemos como sociedad de hacer partícipes a las mujeres, con su capacidad de aportar propia de sus luchas y experiencias.
Con un feminismo de sentido común que trabaje en la protección efectiva de los derechos de las mujeres, sumado al esfuerzo común para superar las causas de la violencia, en un futuro cercano habrá menos muertes y menos culpables, menos desigualdad pero también menos politización de la violencia.
Pablo A. Proaño
Es cofundador de la organización "Dignidad y derecho", abogado Cum Laude por la USFQ y candidato a máster por la UTPL.