Decisiones importantes
A lo largo de nuestras vidas tenemos que tomar muchas decisiones que van conduciendo el curso de nuestro futuro. Algunas serán fáciles y otras difíciles; otras exigirán improvisación y otras serán tomadas luego de un profundo discernimiento; varias serán acertadas y otras equívocas; unas alcanzarán nuestros sueños y otras nos exigirán cambios de proyectos.
Más allá de los resultados, lo importante es la valentía con la que tomemos decisiones y aceptemos las consecuencias. Hay que estar alertas porque muchas veces la falta de decisión nos puede privar de grandes oportunidades.
El amor no es un sentimiento, es una decisión a entregarnos a la persona que amamos.
Era un día viernes de julio del año 2001. Con mi novio, regresábamos de la fiesta de graduación del colegio de mi hermana menor. Antes de bajarme del auto, me tomó de la mano y me preguntó si quería casarme con él. La pregunta me tomó por sorpresa. Aunque solía mandarme mensajes que me permitían pensar que algún día quería casarse conmigo, hasta ese momento nunca pensé que era algo inmediato. Seguramente a él le tomó algún tiempo decidirse a pedirme matrimonio porque le era difícil renunciar a su libertad. No obstante, cuando finalmente lo hizo, actúo impulsivamente movido básicamente por el gran amor que me tenía y su ilusión de compartir su vida conmigo.
Así, los dos tomamos la decisión más importante de nuestra vida. En un momento algo improvisado, sin anillo de compromiso, sin una cena romántica o cualquier otra preparación. Sin embargo, a veces las decisiones importantes se toman de manera impulsiva, confiando en lo que nos dice nuestro corazón.
Con esto entendí una frase que escuché en el curso de preparación para el matrimonio: el amor no es un sentimiento, es una decisión. Muchas veces he meditado sobre el significado de esta frase. Ahora, luego de 18 años de matrimonio, he llegado a comprender que sin la decisión generosa de amar, es imposible cumplir el compromiso asumido en el matrimonio. El matrimonio es amarnos, cuidarnos y apoyarnos por el resto de nuestras vidas. Es quizás el compromiso más grande que puede asumir una persona durante toda su vida pues se basa en la profunda entrega que harán de sí mismos cada uno de los esposos por su decisión de amar.
Toda decisión supone esfuerzo y el consejo de las personas que nos quieren bien
Luego de la celebración del matrimonio, nuestra ilusión era ir a hacer una maestría en el extranjero. Pusimos todo nuestro esfuerzo en conseguir ese objetivo. Finalmente, los dos nos ganamos una beca para ir a España.
No obstante, como pasa con las grandes decisiones que tomamos en la vida, las cosas a veces no dependen solo de nuestro esfuerzo y todo puede cambiar de un minuto a otro. Poco antes de la fecha en la que debíamos comenzar este gran viaje, supimos que me había quedado embarazada. Y, aunque siempre quisimos tener hijos –y esa era una decisión tomada al momento mismo que decidimos casarnos-, aparentemente, no era el momento adecuado y el plan del viaje y la maestría parecía que se venía abajo.
Nuevamente, teníamos que tomar una decisión importante respecto a nuestro futuro, frente a dos hechos absolutamente desconocidos para nosotros como eran ir a vivir en otro país y ser padres. Sin embargo, luego de largas conversaciones entre nosotros, y con distintas personas que nos aconsejaban, decidimos lanzarnos a la aventura de ser padres y a la vez hacer el viaje y cumplir el sueño de tener un posgrado, confiando en el plan de vida que Dios estaba diseñando para nosotros.
Con esto aprendimos que es fundamental, en el momento de tomar decisiones, apoyarnos en el consejo y guía de otras personas que pueden darnos una luz y guiarnos para hacerlo de la manera más acertada. También ser humildes para saber acudir a otras personas cuando es necesario.
El apoyo en la oración
Las cosas resultaron más duras de lo que nos imaginábamos y el camino no fue fácil. Cuando llegamos a España, semanas antes del tiempo en que me tocaba tener a mi bebé, no lográbamos encontrar un lugar donde vivir y no conseguíamos acomodarnos bien. Los estudios de posgrado eran complicados y demandaban mucho de nuestro esfuerzo. Adaptarnos a la vida en otro país también resultó complicado. Era muy diferente a nuestra forma de vivir en el Ecuador. Estábamos lejos y muchas veces nos sentimos solos y con miedo.
En ese momento, acudimos mucho a la oración, y poco a poco, con la ayuda de Dios, fuimos superando las dificultades. Así, nuestra vida en España se convirtió en una experiencia fundamental para nuestro matrimonio. Aprendimos a ser papás. Tuvimos la oportunidad de estar fuera de nuestro país y experimentar una nueva forma de vida -a la vez que añorábamos y valorábamos todo lo que dejábamos en el Ecuador-. Mediante el apoyo del uno en el otro, logramos terminar con éxito los postgrados.
Esta decisión ha marcado hasta ahora el curso de nuestras vidas. Primero, porque como pareja aprendimos que a la primera persona que debemos acudir en momento de dificultad es a Dios. Y luego ,porque nos dimos cuenta que necesitábamos uno del otro para poder superar las adversidades se presentaban. También pudimos comprender que Dios nos tenía reservado un proyecto superior para nosotros. Era formar una familia y que hoy es nuestro mayor tesoro y pesa más que los títulos que tenemos archivados en nuestra pared.
Los proyectos importantes exigen renuncias
El tiempo pasó y en el camino fueron necesarias muchas decisiones. Unas relevantes como aquellas relacionadas con oportunidades de trabajo y otras sencillas como pequeños proyectos que queríamos desarrollar. El único sueño inmediato que teníamos era tener nuestra propia casa y nos pusimos manos a la obra.
Nuevamente, tuvimos que hacer un gran plan de ahorro para poder adquirir el terreno. La búsqueda no fue fácil, y nos tomó mucho tiempo. Sin embargo, como dice el dicho, cada niño viene con una palanqueta bajo el brazo, así llegó mi segundo embarazo con una oportunidad de compra de terreno espectacular. Además, tenía una casa pequeña en la que pudimos vivir con los niños pequeños hasta que tuvimos el dinero suficiente para construir la casa de nuestros sueños más adelante. Nos incomodamos por un tiempo y tuvimos mucha paciencia, mientras llegaba nuestro tercer hijo.
Finalmente, cuando teníamos la posibilidad de comenzar con la construcción de la casa, comenzamos a diseñarla con mucha ilusión. Yo quería que tuviera un cuarto de estudio para poder trabajar desde la casa y hacerme cargo de los niños. Mi esposo soñaba con una sala de juegos donde poder pasar tiempo con sus hermanos y amigos, oír música, poner una mesa de billar y exhibir su colección de camisetas de equipos de fútbol. Ambos coincidíamos en que queríamos una amplia sala de estar para los momentos en familia. Llegó el momento de la construcción y yo tuve que renunciar a mi estudio y el a su sala de juegos porque el presupuesto no nos alcanzaba. Luego ambos tuvimos que reducir el tamaño de la sala de estar porque supimos que esperábamos a nuestro cuarto bebé y necesitábamos ampliar uno de los cuartos de los niños. Y así, mediante renuncias personales y renuncias de pareja, construimos la casa de nuestros sueños.
Con esto aprendimos que las grandes decisiones también implican renuncias a otras cosas también aparentemente importantes, pero que lo fundamental es tener la meta clara. Y poner todos los medios que estén a nuestro alcance para cumplir nuestros sueños. Aún en base a pequeños sacrificios.
Decisiones equivocadas, difíciles y acertadas
En algunos momentos de nuestra vida de familia también tomamos decisiones desacertadas. Que cambiaron el rumbo de nuestra familia. Tal vez guiados por la comodidad, la falta de confianza en Dios y hasta por egoísmo. Lo que hemos aprendido de esas malas decisiones es que siempre es posible recomenzar si aceptamos las consecuencias de nuestras malas decisiones y tratamos de reparar los errores cometidos de todas las formas en que sea posible.
En cuanto a las decisiones duras, hace poco tuve que tomar una decisión respecto a mi vida profesional. Me separé del trabajo en el que me había desempeñado desde hace más de 18 años con la intención de crecer profesionalmente y trabajar en proyectos coherentes con mis principios y valores. Ha sido quizá la decisión más dura que he tomado últimamente, pues trajo consigo mucho dolor y frustración. Además de que coincidió con esta época de pandemia en la que la situación económica es una preocupación para la familia. Sin embargo, tengo la satisfacción de que la decisión es correcta. Porque pese a cualquier sacrificio personal y familiar relevante, siento que hice algo coherente con lo que soy, lo que pienso y lo que creo.
Finalmente, hace poco también, tomé quizá la segunda gran decisión más importante de mi vida. Esa decisión tuvo que ver con un llamado personal de Dios y a su invitación para comprometerme más con Él. En realidad no tuve miedo a aceptar este llamado pues creo que lo he tenido desde muy joven dentro de mi. Pero siempre es difícil salir de nuestra zona de confort y asumir los riesgos. Aunque a veces estemos consientes de que puede ser una gran oportunidad.
El entorno, freno o impulso
Puede pasar también que muchas de nuestras decisiones no sean comprendidas por las personas que nos rodean, inclusive las más cercanas. Puede pasar que sintamos rechazo, incomprensión e inclusive que seamos objeto de burlas o situaciones incómodas. Sin embargo, tenemos que aprender a confiar en nuestras decisiones y en nuestro propio criterio.
Lo que pretendo decir en estas líneas es que debemos estar atentos a todas esas llamadas que se nos presentan en la vida pues pueden ser puertas abiertas a aventuras maravillosas. Además de esto es fundamental tener la generosidad para decidirnos a tomar estos retos que implican compromiso y entregar lo mejor de nosotros, aunque muchas veces impliquen renuncias y sacrificios, rechazo o burla, inclusive de las personas que más queremos.
La cobardía, para enfrentarnos a las circunstancias y asumir riesgos. La comodidad, para conformarnos mediocremente con lo que tenemos. O el egoísmo, que no nos deja asumir compromisos y renunciar a parte de nuestra libertad. A veces nos puede llevar a crear muros a nuestro alrededor que no nos permita ver el gran horizonte que está reservado para nosotros. Lo importante es estar atentos y con los ojos abiertos, porque todos estamos llamados a hacer cosas grandes. No podemos desaprovechar todas las oportunidades que nos ofrece la vida.
Más allá de que todos somos diferentes y estamos llamados a cosas distintas. Para cada uno de nosotros existe un plan maravilloso que tenemos que descubrir en base de decisión.
María de Lourdes Maldonado
Nacida en Quito, el 5 de junio de 1977. Estudio en el colegio Cardinal Spellman Girls School hasta tercer Curso, y curso el bachillerato en el Centro Educativo Tomas Moro. Se graduó de abogada en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador y realizó sus estudios de Posgrado en España, donde obtuvo el título de Master en Derecho de los Negocios en la Universidad Francisco De Vitoria, con el auspicio del Colegio de Abogados de Madrid. Es arbitra del Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Quito. Casada y tiene 4 hijos.
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Excelente , me gusto mucho y muy de acuerdo