¿Por qué hablar de femicidio?
El asesinato de Ma. Belén Bernal a manos de su esposo, un teniente de la Policía, es un hecho desgarrador que causa indignación, dolor e impotencia. Un solo caso de femicidio debería ser suficiente para alarmarnos y exigir el fin de la violencia hacia las mujeres. Lastimosamente, sabemos que este no es el primero ni será el último caso si no trabajamos para que exista un cambio en el análisis y acción ante este tipo de crímenes.
Es cierto que sufrimos violencia en nuestra sociedad y que esto nos afecta a todos, entonces la idea de que “la violencia no tiene género” puede surgir para responder discursos radicales que siembran odio. Pero caer en una comparación entre sexos y tipos de violencia nos puede llevar a polarizarnos y fomentar la rivalidad. Indudablemente, la vida e integridad de hombres y mujeres es igual de valiosa y debe ser defendida.
Sin embargo, para afrontar situaciones de violencia machista* como la de María Belén, es sustancial detenernos en reconocer que hay asesinatos perpetrados contra mujeres por el hecho de ser mujeres y que el delito de femicidio, como está en la ley, no logra visibilizar este problema.
*Definimos a la violencia machista como el abuso de aquellas características intrínsecas a ser mujer que requieren una protección especial. Proponemos este concepto para desvincularlo del el término “ violencia de género” que está cargado de ideología y muchas veces camufla intereses políticos o incluso intenciones morbosas ante el dolor de la muerte de una mujer.
¿Hay mujeres asesinadas por el hecho de ser mujer?
Partamos aceptando que hombres y mujeres no somos iguales. Existen elementos biológicos, fisiológicos y psicológicos que nos diferencian, más no nos jerarquizan, sino que nos complementan. Hablar de las diferencias entre sexos no implica que las mujeres acepten un grado de inferioridad, subordinación o inevitable sometimiento al hombre. Este razonamiento implicaría que el medio para evitar la subordinación es negar esta complementariedad.
Las diferencias, por el contrario, nos permiten trabajar desde distintos enfoques y posturas para trabajar por el respeto a la diversidad. En un mundo diseñado y en gran medida gobernado por estándares masculinos, algunos aspectos inherentes de la mujer -como la maternidad- implican una protección especial, en el campo social, laboral y jurídico. Entonces, debemos reconocer que más que desde la igualdad real, hombres y mujeres necesitamos ser protegidos con equidad.
Lastimosamente, hay quienes optan por abusar y violentar aquellas características propias de la mujer. Sin necesidad de identificar la intención del perpetrador, aprovecharse de estas características implica violentar a una mujer por las características que intrínsecamente posee. Implica violentar a una mujer por el hecho de ser mujer.
En consecuencia, no podemos ser indiferentes ante la dolorosa realidad de que todavía hay mujeres que mueren por sus características inherentes a ser mujer. Analizar la violencia contra las mujeres desde una perspectiva de género efectivamente nos ayuda a reconocer esta potencial vulneración a la mujer y puede ayudar a prevenir y erradicar la violencia machista.
Hacia un nuevo concepto de femicidio
Desde un punto de vista legal, la “herramienta” que existe para reconocer y sancionar la violencia machista que termina en la muerte de una mujer es el femicidio. A pesar de que pueden existir varias definiciones sociológicas de femicidio (y otras muchas de feminicidio), en las leyes ecuatorianas el femicidio se define como un delito en el Código Orgánico Integral Penal.
En el artículo 141 de este cuerpo legal se define femicidio como la muerte de una mujer “como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia” contra una mujer “por el hecho de serlo o por su condición de género”.
Encontramos entonces tres elementos importantes que diferencian a un femicidio de un asesinato común:
- que la víctima sea una mujer
- que exista violencia en un contexto de relaciones de poder
- que el perpetrador actúe contra la mujer por ser mujer o por su condición de género.
Esta definición contempla elementos importantes, como el reconocimiento de relaciones de poder entre hombres y mujeres. Sin embargo, no es perfecta. Al explicitar que existe femicidio en un asesinato contra una mujer “por su condición de género”, indirectamente nos olvidamos del realismo de las características innatas de la mujer.
A pesar de que no es el espacio para abordar a profundidad la ideología trans, el buscar visibilizar violencia trans a través de violencia machista contra la mujer, identificando ambos tipos de violencia, diluye la capacidad de que el reconocimiento del feminicidio sea, en efecto, una herramienta para proteger a la mujer.
Es por ello que un concepto penal de femicidio que proteja a la mujer debería, primero, restringirse únicamente a los crímenes cometidos contra mujeres biológicas. Segundo, considerar entre sus elementos normativos únicamente la violencia cometida como manifestación de relaciones de poder basados en estereotipos de género. Así, podemos como sociedad plasmar cifras reales que permitan combatir conductas machistas partiendo de elementos menos subjetivos y potencialmente politizables.
Conclusiones
Analizar los asesinatos a mujeres con una perspectiva de género ayuda a erradicar la violencia machista ya que reconoce que los aspectos diferenciadores en las mujeres merecen una protección. Por lo tanto, establecer un concepto de femicidio como el que proponemos nos permitirá sacar cifras auténticas y comprobar la veracidad de los datos de manera clara y que no se preste para que ciertos colectivos feministas los utilicen a su conveniencia.
Es doloroso pero realista reconocer que existe un tipo de violencia ejercida hacia las mujeres por las características inherentes a ser mujeres (violencia machista) y llega a su máxima expresión con su asesinato (femicidio). Nombrar y diferenciar esta realidad nos permite dejar de normalizar y visibilizar que las mujeres siguen siendo víctimas de crímenes producto del machismo arraigado en nuestra sociedad. Además, nos debe llegar a tomar acciones efectivas de prevención, sanción y reparación para que los crímenes hacia las mujeres no queden impunes y no vuelvan a repetirse.
Llamemos las cosas como son y no perdamos la esperanza
Ante situaciones como el femicidio de Ma. Belén Bernal y de tantas otras mujeres, es de vital importancia alzar la voz. Tenemos que exigir justicia, que los asesinos no queden impunes, que el Estado no sea cómplice, que las instituciones dejen de normalizar la violencia machista, que las autoridades paren de encubrir crímenes y que la sociedad no minimice nuestro dolor. Tampoco podemos darnos el lujo de perder la esperanza y estancarnos en esa ira que sentimos ante una realidad tan injusta.
Convirtamos esa impotencia que sentimos en un compromiso de trabajar por liberarnos de actitudes machistas que todos tenemos interiorizadas, fomentar el diálogo pacífico pero cuestionante y animar a los hombres a ser nuestros aliados. Debemos educarnos en valores que respeten y valoren las características propias de hombres y mujeres.
Trabajemos conscientemente para reemplazar patrones violentos por la sinergia y complementariedad. Aportemos desde las acciones cotidianas al desarrollar nuevas formas de relacionamiento asertivo que nos permitan enriquecernos de nuestras diferencias. Exijamos a los gobernantes instaurar herramientas justas para visibilizar este tipo de violencia, sin politizar las muertes para intereses financieros, políticos o partidistas. Busquemos un cambio cultural y civilizatorio, un cambio radical pero no violento.
Ana Paula Rojas
Comunicadora, guionista, fotógrafa y defensora de la vida. Tengo 22 años y escribo sobre temas relacionados al feminismo , la educación menstrual , ciclicidad femenina y equidad de género.
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Pablo A. Proaño
Es cofundador de la organización "Dignidad y derecho", abogado Cum Laude por la USFQ y candidato a máster por la UTPL.
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